martes, 14 de octubre de 2008

Curioso incidente en el autobús

Todo había comenzado cuándo decidí no comprar el billete y colarme en aquel autobús londinense con olor a sudor y a somnolencia. Eran las cuatro de la mañana de un viernes y todos mis compañeros de piso y yo habíamos ido a la discoteca “Walk About” en Charing Cross Road cerca de Trafalgar Square. Era la primera vez que veía el ambiente nocturno de la capital inglesa y realmente estaba atravesando un momento feliz. Irme a vivir  a Londres durante 3 meses había sido arriesgado pero todo estaba saliendo francamente bien.

El autobús de la línea 25 con dirección al barrio de Bow iba lleno, pero conseguí sentarme entre dos chicas rubias  y blanquecinas a cuál más dormida. Mi moreno español hacía un gracioso contraste con ellas. Mientras tanto, veía a mis amigos en la parte delantera. A veces me sonreían.

Entre los pequeños baches, las numerosas paradas y el sueño que me invadía no me percate de que el revisor se había subido y estaba pidiendo el billete a la masa de viajeros que se apretujaban contra los cristales para dejarle pasar. “¡Mierda!”. Eso fue todo lo que me dio tiempo a pensar antes de encontrarme al inglés regordito frente a mi , mientras veía como sus labios pronunciaban lo que no quería oír: “Ticket please”. En esos momentos en  los que la desesperación te invade y  salir airoso de la situación es lo único que parece importar, sólo se me ocurrió hacerme el tonto.

-       Sorry- contesté con una pésima pronunciación que ni mi hermano de 10 años habría hecho peor- i´m in “Joliday”.

-       Your ticket!!

Tras una breve  y necia conversación entre el gordito y yo, que hizo que los pasajeros despertasen de su sueño y rieran a carcajadas, el autobús se detuvo. Debía pagar 20 libras en concepto de multa para que me dejase continuar mi viaje o sino llamaría a la policía. Estaba aterrorizado pero yo sólo decía “Holiday” todo el rato y sólo oía risas entre los presentes. Mis amigos me dijeron que pagase pero me dí cuenta que todo lo que llevaba en el bolsillo era un billete de 10 libras. No tenía ni las llaves de casa, ni el móvil y lo que es peor, tampoco tenía documentación. Ellos me decían que me dejaban el dinero pero estaba tan nervioso que no sabía qué hacer. Eso me ocurría a menudo.

Entonces se abrió la puerta del autobús y me baje a toda prisa colándome entre los presentes y desenredándome de las manos porcinas del revisor. “Menos mal que soy delgado”- pensé. Y corrí. Corrí con todas mis fuerzas, bajé por unas escaleras cercanas hacia un túnel y entre las sombras me escondí. El sudor resbalaba por mi frente y fue allí cuando me dí cuenta de la realidad. Estaba sólo. En Londres. En algún lugar entre la City y las afueras. Sin documentación y sin apenas dinero y encima en busca y captura por no pagar un estúpido billete de un autobús. Lo único que se me ocurrió fue andar. Me fijé en el recorrido del autobús de la línea 25 y por calles paralelas me encaminé hacía mi casa.

Cuando llevaba 2 horas de caminata y el frío húmedo se me colaba entre el jersey pensé que sería hora de coger un taxi. Leí en un cartel que me encontraba en un barrio llamado White Chapel y recordé que allí era donde actuaba el archiconocido Jack El Destripador. “Debía conseguir un taxi. ¡Cómo fuese!”. Pasaron 7 taxis y ninguno se paró, hasta que finalmente, uno destartalado de color negro se detuvo frente a mí.

Me monté y le dije la dirección al taxista.  Él me dio conversación. Adivino a la primera que era español. Así que entre toros, olés y Reales Madrid llegué a mi destino por casi 9 libras. Acalorado, sudoroso pero a salvo.

No hay comentarios: