viernes, 12 de octubre de 2007

Un vaso para este autobús

Virginia no era una chica normal. Tenía siempre el pelo enmarañado pero lo recogía con cientos de horquillas. Su color favorito era el rojo y realmente daba igual el día o el momento porque siempre solía escoger una prenda roja aunque tan solo fuese el carmín de sus labios.

Virginia trabajaba en la tienda “Vasos para todos los casos” situada en el centro de la ciudad. Su vida era monótona y aburrida. Solía sentarse tras el mostrador horas y horas esperando que alguien entrase en la tienda pero nadie hacía sonar los cascabeles azules que estaban colgados encima de la puerta de entrada. Aquel día se había pintado los labios cuatro veces y cuando ya creía que se iba a morir de desesperación los cascabeles sonaron y un hombre menudo entró por la puerta. Parecía muy asustado. Era como si llevase tres días sin dormir debido a las enormes ojeras que le llegaban hasta los pies. Vestía un traje de color verde manzana con una corbata de rayas. Mientras caminaba hacía Virginia, se quitó el sombrero a juego con el traje, se paró un instante ante ella, y tras un largo silencio en el cual a Virginia le dio tiempo a colocarse la camisa de la empresa y su gorra con un vaso colgando el extraño le habló.
- Perdone – dijo con una vocecita de niño.
- ¿Sí?- contesto Virginia con una sonrisa amplia y mostrando todos sus dientes.
- Necesito un vaso
- ¿Qué clase de vaso?
- El más grande que tenga
- Bueno…- respondió Virginia- el más grande que tengo tiene una capacidad de 2 litros.
- No, no, no – repitió el extraño del traje mientras brotaban lágrimas de sus ojeras. – Necesito un vaso donde pueda caber un autobús.
- ¿Un autobús?- Virginia estaba perpleja- ¿No te vale el de 2 litros?
- No, no, no – volvió a repetir el hombre- ¡Me van a matar!
- ¿Quién le va a matar?
- Señorita - dijo el señor mirándola a los ojos – ¿ Alguna vez ha hecho una apuesta que creía que podría cumplir y luego se ha dado cuenta de que era una auténtica locura?
- Ermmm – contestó Virginia mirando hacía el techo.- Creo que no.
- Oiga – gritó el hombre lleno de desesperación- Le daré lo que quiera pero por favor haz que me hagan un vaso donde pueda caber un autobús.
Virginia se quedó pensativa.
- Espere un momento. Ahora vengo – susurró al extraño mientras descorría una cortina detrás del mostrador y se metía en la trastienda.
Allí se sentó en un vaso en forma de taburete, apoyó su mano sobre su mejilla y empezó a pensar. ¿De dónde podría sacar un vaso tan grande? Y de repente la solución apareció en su mente. Salió de la trastienda y se dirigió al extraño del sombrero.
- Tengo la solución. Confía en mí.

El hombre sonrió tímidamente, se secó las lagrimas con la corbata de rayas y asintió. Sin perder un minuto, Virginia cogió su bolso rojo y cerró la tienda.

- Tengo el coche detrás de los contenedores de basura- indicó al hombrecillo que caminaba como un pingüino, con sus piernas cortas y con los brazos pegados al cuerpo.

Virginia y el insólito bajito se montaron en el automóvil rojo. Ella arrancó el coche, cogió el volante con ambas manos y aceleró. Cuando llevaban dos minutos de viaje, Virginia dijo:
- Muy bien. Este es el plan. Usted llama a la persona de la apuesta para que traiga el autobús a la calle Segovia dentro de diez minutos. Creo que nos dará tiempo…
El hombre sacó del bolsillo verde manzana su móvil y tecleó un número de teléfono. Se acercó el auricular a la oreja y después de tres segundo finalmente habló:
- Tengo el vaso. He conseguido el vaso. Dentro de diez minutos trae tu estúpido autobús a la Calle Segovia y veremos quién es el perdedor.
Virginia sonrió. Estaban llegando a la calle indicada. Aparcó el coche delante de unos setos y se bajaron del coche.
- ¿Y bien?- preguntó al hombrecillo. ¿Le parece un vaso lo suficientemente grande para que pueda caber un autobús?
Debido a su estatura, el hombre tuvo que levantar mucho la vista para ver a lo que se refería Virginia. Era una bola rectangular llena de agua con la parte superior abierta que se sostenía encima de una superficie de hormigón. Movió los labios pero no pudo articular ninguna palabra.
- Es un depósito.- explicó Virginia- Aquí es donde se almacena el agua que se suministra a toda la ciudad. Tiene una capacidad de 10.000 litros.
El hombre seguía en trance. Sin decir absolutamente nada. Primero miraba hacia el depósito, luego hacia Virginia, y luego al depósito otra vez. Repitió este movimiento de cabeza tres veces hasta que el pitido de un coche le sobresaltó. Era un vehículo con grandes ruedas y descapotable que aparcó cerca del lugar donde estaban ellos. Virginia entrecerró los ojos para distinguir al personaje que se había bajado. También era bajito pero llevaba una camisa hawaiana y unos pantalones cortos que le dejaban al descubierto los pelos de las piernas. Sin saludar a ninguno de los dos se acercó al depósito. Asintió con la cabeza y empezó a subir por la escalera hacia la abertura superior.
- Veremos si es capaz de sumergir un autobús entero – dijo cuando alcanzó la cima.

La pierna de Virginia se movía al compás de su corazón. El hombrecillo se mordía las uñas mientras miraba a Virginia con el rabillo del ojo. Entonces el hombre del descapotable se metió la mano en el bolsillo, sacó un autobús de juguete y lo tiró al fondo del agua. Tras oír el chof gritó:
- Tenías razón Pete. En un vaso puede caber un autobús.

1 comentario:

S.Grazalema dijo...

hola Alberto!!!! Tengo el honor d estrenar los comentarios en tu blog; un blog en el q x fin puedo escribirte!!!!!! jajaja; en tu fotoblog m kedo cn las ganas siempre xD

Bueno, m ha encantado este relato :D es muy divertido, y además está muy bien escrito; creas muxa intriga, jajajaja.

Sigue escribiendo! Me pasaré por akí a menudo :D

Si lo leyera la Corencia... jajajajaja.