lunes, 8 de octubre de 2007

Un paseo por las estrellas

- ¡Que no y que no! – repetía continuamente sin atreverme a parpadear. ¡Vuelvo a repetir que no!
Y es que cuando me negaba a algo, nadie en el mundo conseguía hacerme cambiar de opinión. La verdad es que yo no soy una persona tan tozuda como parece pero cuando noto que quién tiene la razón soy yo no soporto que me digan lo contrario. Tan sólo recuerdo una vez en que verdaderamente me equivoqué.

Todo el mundo me decía que en el momento en que me enamorase haría un tour por las estrellas. Mis carcajadas eran de órdago cada vez que alguien me contaba esta absurdidad. ¿te imaginas? Dando una vuelta por la osa mayor, brincando por el cinturón de orión o tomándome algo en la cafetería de la estrella polar.

Pues bien, un día mientras caminaba por la Calle Celeste me quedé paralizado. Hacía mí caminaba una chica preciosa. Se movía con una delicadeza que parecía que el tiempo a su alrededor iba más despacio. Tenía el pelo oscuro y abundante. Jamás en mi vida había visto nada parecido.

Tras ese instante en que mis pulmones se olvidaron de respirar, me armé de valor y la seguí.
Realmente la desconocida caminaba muy deprisa y hubo momentos en que parecía que la hubiese perdido entre el gentío, pero cuando esta desilusión me atacaba siempre volvía a reaparecer como si brotase del suelo.

Me iba chocando con la gente, o más bien iba apartando a la gente para poder ponerme a la altura visual de mi próxima conquista. De repente, vi el momento oportuno para actuar. Me arreglé el pelo con la mano, me puse en frente de ella, la miré con los ojos más apasionados que pude poner y la dije: “Hola. Nunca en mi vida he visto a una chica tan espectacular como tú”.
A continuación todo pasó muy deprisa. A su lado había un hombre. Yo no me había percatado de su presencia hasta que sentí un golpe de nudillos en el ojo izquierdo que hizo que se me desencajase el cerebro.

Entonces todo se volvió negro, y me vi dando una vuelta por la osa mayor, brincando por le cinturón de orión y tomándome un chocolate caliente con churros en la cafetería de la estrella polar. En ese momento lo vi claro, no había ninguna duda. Estaba enamorado.

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