lunes, 15 de octubre de 2007

El Olvido de Patricia

Patricia se sentó en su cama y observó el estado de su habitación. Era como estar en la selva. Había raíces por el suelo, troncos bordados con musgo en el parquet e infinidad de flores entre los libros de las estanterías y por el escritorio. Del techo brotaban enredaderas leñosas cuyas ramificaciones llegaban hasta la ventana e impedían que los rayos del sol entrasen por completo, dotando a la estancia de un tono lúgubre y solitario. Por el cabecero de la cama nacían helechos que llegaban hasta la mesita de noche, cubriéndola por completo. Si Patricia decidía abrir un cajón contemplaba como de cada nudo de la madera inicial salían ahora tallos llenos de hojas y flores de color amarillo. Ella odiaba el amarillo.

Patricia podía contar las horas desde que Carlos había decidido dejar la relación. “ Hoy hace 45 días” se dijo para sí misma aquél día. Se había pasado todo ese tiempo encerrada en su habitación sin atreverse a salir. Su único pasatiempo era pensar y repasar cada momento que había pasado con Carlos. Cada vez que aparecía en su mente la idea de volver con él, prosperaba la vegetación de su alrededor, en cambio, cada momento que ella estaba segura de que era lo mejor, parte de las hierbas herbáceas desaparecían intuyéndose en algunas partes lo que antes había sido una pared.

Pero llevaba un tiempo cavilando sobre ella misma. No podía seguir de ese modo. Ya no. El periodo de letargo había llegado a su fin. “Este es el día” susurró “ Los momentos malos han pasado, ahora lo bueno está por llegar”. Así que se levantó de un golpe y se plantó en frente de la ventana arbórea con una sonrisa. En ese momento, la espesa vegetación que conservaba su habitación empezó a desaparecer. Era como si las paredes se tragasen las ramas, las flores se volviesen a esconder entre las vetas de los estantes y la luz inundara un nuevo día. Aún con una sonrisa en la boca, Patricia se percató de que había quedado una flor al lado de su calendario. Era una rosa blanca. La arrancó con delicadeza, abrió una caja de cartón y la metió dentro. Mientras cerraba su caja, Patricia aún conservaba su sonrisa con la última lágrima recorriendo su mejilla.